miércoles, 15 de octubre de 2008

A solas, y a veces con alguien.


No tenía más abrigo sobre mis ropas que un rústico chaleco de tela gruesa. Sentía el fresco en mis pies, a través de mis sandalias. El sol asomaba pálido, aun debajo de un cielo vainilla y con las últimas estrellas brillando débilmente. Hacía horas que la luna había desaparecido por el horizonte…
“Solo al fin”, pensé, “la extrañaré, si, pero necesito estar un tiempo a solas con los pensamientos”.
Siempre bromeaba con mi amigo Darduin sobre las esposas de los sabios: El “istari” intentando develar en viejos escritos los mensajes que se dibujan en las nubes de los cielos, y un piso más abajo, su compañera, hablándole y diciéndole que debería sacar a los “trolls” de piedra que quedaron en el jardín. Con amor, pero también con un dejo de fastidio, el sabio vocifera, -“Calla mujer!! Dejadme solo en lo alto de esta torre, pues no ves que debo profetizar?”-
Esa historia siempre nos causó gracia, y añorábamos la época dorada de Isengard, antes que “El Blanco” se hiciera multicolor.
La casa estaba en silencio, mas solo se oían las agujas del reloj y el canto de las aves. Mi alto smial estaba en orden. Me sentía un montaraz (o el menor de los magos) con costumbres hobbits que descansa en Rivendel…o mejor aun, en Rhosgobel, los aposentos de Radagast el Pardo, que apenas figuran en los mapas de hoy día de la Tierra Media.
Me dediqué a la literatura por la mañana, y por la tarde a preparar el ágape que celebraría por la noche para dos amigos.
Al caer el sol, bajo mi techo, corrió la cerveza como en “El Dragón Verde” de Hobbiton. Pasada media noche, me acosté y dormí con el corazón regocijado.
Los siguientes días fueron similares en rutina, pero diferentes en intención. Silencio, literatura, comida y bebida bajo el cielo, y alguna visita esperada…(digo esto, pues me ponen de muy mal humor las visitas inesperadas. De esto hablaré otro día). Una noche con amigos; otra, “grooveando” con mi hermano; otra, disfrutando profundamente de un buen libro; otra, una larga charla con mi compañero de aventuras: El Enano. La última noche me la reserve nuevamente para estar solo.
Sentí que mi espíritu creció un poco más, que hable aun menos, y pensé sobre todo asunto. Dormía apaciblemente, y me despertaba renovado Me sentí mejor persona para esperar la vuelta de mi mujer. Hubieron muchos pensamientos hacia ella…
Hoy, nuevamente salió el sol por sobre los nublados días que habían hecho. Su reflejo entibiaba mi rostro mientras que mi cuerpo se calentaba con yerba cebada. La tranquilidad de una mañana de primavera era quebrada solo por el murmullo del viento entre las ramas de los árboles, y solo algunos pájaros cantaban en lo alto de los cielos… Ella, aun dormía dentro de mi hogar.

Dwayne G.

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